no estás

Intento hablarte, Señor, pero no respondes
busco fuera de estas paredes un signo que te revele,
en los árboles del jardín,
en los juegos de los niños,
en los mendigos y las palomas
y sólo encuentro el eco de un mundo al que arribé tarde.
No es sólo la gente que camina como muerta en vida,
el murmullo de los cuchillos en el ambiente,
el flujo de palabras que apenas parecen ruido.
El polvo en los zapatos anuncia la ruta.
Las manos son fauces cuando saludan,
el viento, animal domesticado,
la luz fría,
las máquinas, las ventanas, los insectos:
sinfonía que apaga cualquier ánimo.
Olvidé que las fiestas deben santificarse para obtener significado
que los libros se dedican, las casas se bendicen, los actos se consagran,
olvidé hasta el sitio de mis manos al despertar.
¿Será que agoté todas las formas de hablarte,
será que el silencio ha comido mi pecho y por eso ya no hay calor en mis rezos?
Tal vez no escuché a las catequistas
y su doctrina máxima —la felicidad— parecía una meta y no un sendero.
Tal vez sea una rabia antigua
enraizada en el alma
y podría quitarla con las manos,
pero no me atrevo.
Tu canto descansa en una caja dorada que los profanos no tocan
no en los libros escritos en tu Nombre,
no en los edificios donde te alaban
no en el prójimo que nos desea la muerte y cree que nos bendijo.
Ya no te conozco, Padre,
no estás más allá de la voz al otro lado del teléfono,
en los pies descalzos que recorren mi alcoba,
Tus ojos detrás de las nubes dejaron de buscarme.
Aunque cada persona dibuje un camino,
la suma de todos los pasos permanecerá en el caos,
el pasto será tragado por la hierba que creíamos arrancada.
Llevaremos nuestros muertos a su morada,
lloraremos en sus novenarios,
los traeremos por años pegados a la ropa;
el cielo volverá a llenarse de huracanes,
nuevas Atlántidas nacerán en los mapas,
pero esa lluvia en el horizonte no retrocederá.
disfruta el sueño...
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