perrancolía

No hay en mi corazón un sonido más triste que el aullido de un perro en la noche nublada... no creo, por lo mismo, que pueda existir una criatura más melancólica que un perro que le aulla a las estrellas, a otra perra, a su amo o la libertad... a todas las cosas que no comprende pero desea... eso pone a los caninos en un nivel-otro con respecto al resto de la creación...

Un humano puede racionalizar su duelo o perder incluso la conciencia, un gato puede maullar acorralado, las tijerillas se arrastran en círculos, las arañas se comen a sus madres, las hormigas chillan aplastadas... pero los perros... los perros son aparte, son un estadio, un intermedio, una epifanía... ni superiores ni inferiores ni diferentes ni especiales... simplemente otros, ajenos.

Tan parecido es el perro al hombre que tiende a perder su olfato y a atesorar territorio como oro fétido, que traiciona a su amo y se come a sus hijos, y luego aulla, y aulla, y añora lo que no conoce y permanece espectante, sufriéndo sin saber que carece de conciencia...

No hay motivo... y tampoco importa, porque el dolor tiene lenguajes tan incomprensibles y delgados como la divinidad y el amor... no es una aguja que recorre los nervios, no es un muerto añorado, no es la melancolía únicamente, porque aunque ésta sea tristeza sin motivo, está definida... y el aullindo de un perro no, porque son programables pero no cognoscibles...

Porque la angustia crece con cada aullido, e invade, carcome, suplanta cada uno de tus sentimientos y te borra el ser hasta que tu corazón aulla con los compases del viento y olvida sus besos helados que cristalizan tus huesos...

disfruta el sueño...