Indisciplina podcast

de remate

Subasto el cadáver, entero o en pedazos, de mi dignidad al que pague menos por ella, terminé de perderla hace unos instantes y como una dignidad perdida no puede cuidar de sí misma, es lógico que ya está muerta, yo no he visto personalmente el cuerpo porque se fue haciendo transparente mientras la perdía, de hecho la única prueba que tengo de que ha muerto es, precisamente, que ya no la siento.

No tener dignidad, aunque no lo crean, tiene sus ventajas, las cosas te dejan de molestar, no encuentras en tu camino opresión, represión, afrentas, traiciones ni humillaciones, simplemente porque has perdido la capacidad de percibirlas o de levantar la voz contra ellas. Incluso, cuando no tienes dignidad, el mundo te parece más bello y menos violento, comprendes a cabalidad los conceptos de estoicismos y resignación y aprendes a esperar con alegría el cielo que nos prometen los curas cada domingo.

El problema de subastar la dignidad es que casi nadie posee una, por lo cual adquirir el cadáver de la mía les podría dar la impresión de que desperdician su dinero y no de que están invirtiendo en un artículo de primera necesidad... quizá al principio les resulte una compra abstracta, inútil e insignificante, porque no sabrían cómo utilizarla y no los culpo, es como vender una computadora con software de diseño gráfico y edición de audio a un aborigen australiano, pero con el tiempo entenderían para que sirve, igual que ellos.

Simplemente no olviden que al tener una dignidad extra no le hacen daño a nadie: yo ya no la necesito porque dejé de usarla hace un par de años y de buen corazón la ofrecí como tapete a todos aquellos que no quisieran ensuciar sus pies. Así que no se arrepientan y llévense este cadaver antes de que empiece a pesarme, tal vez ustedes puedan darle un mejor uso y ¿quién sabe? Quizá hasta la resuciten en su propio beneficio.
disfruta mi dignidad...

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