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Lilliana.In memoriam


1. Simbolismos: los gatos son criaturas que representan al viajero que es dueño de los dos mundos, el de los vivos y el de los muertos. Esta imagen asociada a ellos está presente en todas las mitologías del Viejo Mundo.
Para los egipcios eran animales sagrados porque fungían como guardianes de los muertos, mientras que en el medioevo eran las criaturas asociadas a las brujas como los mensajeros entre éstas y el demonio.
Esa asociación con la más remota memoria de la humanidad permanece en el inconciente: algunas personas consideran que los gatos, en la actualidad, siguen siendo un enlace con el otro mundo y más que eso, los guardianes que protegen al hogar y a sus moradores de las fuerzas sobrenaturales malignas.

2. Inmortalidad: por esa asociación con el otro mundo, los gatos también están vinculados con la inmortalidad.
La idea de sus siete vidas no es más que una forma arcaica de maravillarse de una conjunción de características naturales presentes en él: sus huesos, sus piel, sus hábitos, son cierta garantía evolutiva, la capacidad que tienen de recuperación, su resistencia a varios venenos y toxinas naturales, su ligereza, fuerza y agilidad, y sobre todo el hecho de que pasan dos tercios de su vida durmiendo.
El mismo Ambroce Bierce los llamó «autómatas indestructibles».
El mito, sin emargo tiene una fisura. Un solo hecho se opone a esta idea de la inmortalidad: en condiciones salvajes suelen morir cazados, en batalla o presas de sepsis por sus heridas. Un gato que muere de viejo es algo que se ve una sola vez en la vida y, a veces, ninguna.

3. Odio: contrario a lo que creemos, los gatos no son criaturas del todo independientes y desvinculadas; si lo son es de la misma manera que una persona es independiente de otra: un gato es igual que una persona, normalmente su fidelidad, al contrario de un perro, está directamente ligada al alimento y, aún más, el afecto que reciben.
Ese parecido con las personas es el que motiva el odio que se les tiene, porque la gente, por lo general, no soporta contemplar su propia naturaleza como en un espejo.

4. Crematorio: mi gata de 17 años murió esta semana.
Mientras estaba en un crematorio en el D.F. leí una esquela funeraria para una mascota en un folleto y una frase llamó mi atención: las palabras «lección de vida» me recordaron todo lo que la gata pasó antes de extinguirse en la alcoba.
Los animales nos enseñan una forma de vivir que las personas ya no conocemos, una en la que el sufrimiento no se sobrepone a la vida misma.
Los gatos (y los perros) nos someten día a día a las pruebas de una iniciación que no siempre podemos distinguir, a veces ni siquiera valorar.
Lili quizá hizo lo que todos los gatos, simplemente pasó a habitar uno solo de los mundos.
Su recuerdo permanece pero la casa se sigue sintiendo vacía. Y mi propia iniciación quedó incompleta.






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