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República de Chile

Tu madre no supo que el vestido de bodas lo escogimos juntos,

Es de mala suerte, dijo, presagio de un matrimonio desdichado.

No debe llevar perlas porque se convertirán en lágrimas,

el encaje se volverá sufrimiento, una larga cola serán los pecados que arrastran,

un velo enorme les impedirá entenderse.

Tu vestido blanco llevó todo eso (y en grandes cantidades).


¿Recuerdas cómo lo hallamos, caminando por la calle de las novias

en el centro histórico, desde muy temprano?

Tu madre dijo que yo debía esperar afuera,

mientras tú eras asistida por mi madre (nos acompañó mi madre).


Los primeros vestidos eran carísimos,

pagarlos hubiera salido la mitad de la fiesta, más los anillos,

caminamos entre mujeres de miradas cándidas, locales llenos de listones,

cristales y canastas, universo blanco

(por algo es el color de la ausencia, pero también de la saturación, de la locura).


El primer vestido que te gustó estaba frente a un par de maniquís

sonrientes vestidos de pajes, pero de ojos sombríos, misteriosos,

como adivinando una tragedia detrás de aquella costumbre (la del matrimonio).

no te vi con ese vestido pero mi madre dijo: parece más menuda, de lo que ya eras,

más bajita, más delgada, valga el cliché, como una princesa.


Cuando llegamos donde las calles se vuelven sucias,

y la gente arrastra miradas más salvajes, dimos media vuelta.

En la esquina de Belisario Domínguez, justo frente al cine porno,

viste tu vestido, largo, pesado, ostentoso, de un corte español

que le queda bien a muy pocas mujeres y cómo tú misma dijiste:

A ninguna gata.

y te hacía parecer una noble, en pleno siglo XIX.

¿Recuerdas que tu madre dijo a su familia lo compraron en Insurgentes,

al triple de su precio, y lo creyeron?


Trajimos un lazo de cristal,

que días después entregamos a mis bisabuelos para que fueran padrinos;

ahora cada vez que lo escucho chocar con la cabecera de la cama

me acuerdo de ellos, de rodillas frente al sacerdote, la última vez que los vimos juntos;

meses después, ellos; y tu padre que te entregó en silla de ruedas;

y mi abuelo que caminaba solo a pesar de estar ya ciego;

y muchos otros partieron.

Nuestra boda arrastra a tantos muertos que no sé si arrepentirme

o alegrarme porque fue la última vez

que tantas personas que amamos estuvieron juntos.



disfruta el sueño...

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