Indisciplina podcast

Lágrimas y laberintos

Singuilucan:
Ayer estuve en un laberinto de terracería, algo que sabía que existía, pero que me parecía el pasaje idílico de alguna novela pastoril y no la realidad de un lugar específico. Los intrincamientos empedrados con tezontle y tepetate bordeados por magueyes moribundos, a los cuales les han arrancado el mixiote o las pencas enteras, rodean los campos agrícolas. Los pastores de chivos, ovejas y vacas te observan con una mezcla de sorpresa y hastío, los poblados, algunos en las planicies, otros en las lomas y otros en los valles, están diseminados aquí y allá en aparente desorden, tan cercanos y tan lejanos, de algunos salen camiones llenos de madera, de tala ilegal, a lo lejos, los magueyes que separan los terrenos y los plantíos mueren irremediablemente con su carne blanca expuesta al sol ¿Qué le dirás a los indígenas y campesinos que los cortan? ¿que no lo hagan? ¡Por favor! de eso viven, de eso han vivido por siglos y ni la extinción del árbol de los dioses los hará comprender que ellos lo acabaron. Los tractores desgarraban el seno de la tierra, el sonido de los árboles amputados apenas nos llegaba en la lejanía, los caminos se escindían como en un fractal, y lo único en lo que podía pensar era en la belleza envolvente de ese lugar desconocido e hipnótico.

Tepeapulco:
Anteayer estuve a punto de llorar, si me contuve fue porque en el coche viajaba un amigo y ni modo de perder el estilo frente a él, ni modo de brindarle un espectáculo con mis lágrimas, y de todos modos, qué caso tendría vaciar mis ojos por un motivo como ese… pero casi lloro. Al neófito le parecerá ilógico el motivo, de hecho pocas personas lo comprenderían y aún quien me escuchara y me conociera tendría problemas para no considerarme un maniaco depresivo… los motivos, ahora que lo reflexiono, no me quedan aún claros pero sí los detonantes, tres aspectos específicos contribuyeron a que yo quisiera llorar: mi depresión, por un lado; la sensación de pequeñez ante el vasto mundo y; la belleza. Si las lágrimas quisieron escapar de mis ojos fue porque tuve una impresión estética, una súbita comprensión, brutalmente lúcida, del paisaje que me rodeaba. Imagina los cerros al fondo, negros, verdes y sepías, con un velo de humedad, el cielo blanco azulado, las nubes grisaceas bajo las cimas montañosas, imagina que un valle lleno de campos agrícolas se tiende entre tu cuerpo y el horizonte, imagina el viento en tu rostro, el delicado toque del sol y algunas casas opacas en la lejanía. Ahora imagina la enorme Laguna de Tecocomulco, vista desde el mirador sobre una loma cubierta de un brillante pasto ocre, imagina la extensión de sus aguas más allá de donde abarcan tus ojos, mira esa vegetación que crece por debajo del agua y forma surcos regulares por los que se desplazan las canoas, no es más que el lirio que parasita la laguna, pero es hermoso. Ahora tuerce tu vista a la derecha y observa el Xihuingo en la lejanía, observa al volcán muerto lleno de nopales que florecen en rojo y amarillo, y al pie de éste, intenta imaginar las ruinas de una pirámide del periodo clásico tardío, cuyo suelo está tapizado con miles de fragmentos de cerámica, que pertenecen a la posterior ocupación azteca.
Hubiera llorado... hubiera disfrutado el sueño...

Comentarios

Entradas populares